Hacia mediados de enero de 1967, los dos socios de un negocio de venta al por mayor de recuerdos para turistas advirtieron un notable aumento en las pérdidas por roturas. Los daños parecían estar relacionados con un refugiado cubano de 19 años, Julio Vázquez, quien, juntamente con otro miembro del personal, estaba encargado de sacar los objetos de las cajas conforme se recibían y colocarlos en estantes. Tomaban también objetos de los estantes para cumplir los pedidos que llegaban.
Uno de los socios se paseaba en una ocasión por la sala de envíos en la que Julio se dedicaba a colocar jarras de cerveza en un estante. Una de las jarras cayó al suelo y se rompió. El socio se volvió y dijo que la mercancía debía tratarse con mayor cuidado y sugirió que las jarras debían colocarse bien al fondo del estante, con las asas lejos del pasillo. El socio tomó una jarra de la caja y la colocó sobre el estante para demostrar exactamente lo que quería decir. Al volverse para alejarse, la jarra que acababa de colocar en el estante cayó de su sitio y se estrelló en el suelo. Julio estaba en pie, inmóvil, y el socio quedó convencido de que el joven no había hecho que la jarra cayera de un modo ordinario.
Después de este incidente, los acontecimientos inexplicables de pueblos fantasmas y las historias de fantasmas aumentaron durante los días siguientes en variedad, fuerza y frecuencia hasta convertirse en una auténtica pesadilla. Una de las empleadas del establecimiento había oído hablar de los fenómenos de poltergeist y reconoció los hechos como posiblemente pertenecientes a esa categoría. En un principio, los socios dieron instrucciones de que nadie debía hablar del problema fuera del establecimiento, por temor a que cualquier noticia sobre lo que sucedía en el lugar pudiera perjudicar al negocio. Pero el problema aumentó hasta escapar a todo control.
Poco después, la empleada que conocía el interés científico de los poltergeist oyó a una escritora de Míami, Susy Smith, entrevistada en una emisora local de radio por su interés en la Parapsicología. La empleada obtuvo permiso de los socios para llamar a la emisora e informar a la escritora de lo que estaba sucediendo en su establecimiento.
Susy Smith siguió sus indicaciones y visitó el local donde se decían ocurrir, donde descubrió que la sección de envíos del almacén de recuerdos se había convertido en escenario de una serie de fenómenos auténticos de poltergeist. A su vez, se puso en contacto con un científico interesado en la investigación de los pueblos fantasmas y hechos de este tipo, W. G. Roll, director de proyectos de la Fundación de Investigación Psíquica. Esta fundación es una organización independiente, con sede en Durham (Carolina del Norte) dedicada al estudio de fenómenos parapsicológicos en torno a ciertos aspectos de la personalidad que sobreviven a la muerte. La investigación de los fenómenos de poltergeist era por tanto una de las actividades que Roll había decidido subrayar.
Como hemos dicho anteriormente, Roll trabajó en 1958, en el estudio del caso Seaford además de otras. Cuando tenía a los empleados sometidos a la investigación más severa posible, se produjeron unas quince roturas de objetos de las que no podía encontrar una explicación normal. Estaba también interesado en obtener el mejor relato posible de lo que había sucedido exactamente antes su llegada. Posteriormente, Roll ha seguido el caso realizando un análisis físico detenido de las pautas o regularidades mostradas por los acontecimientos y buscando ayuda profesional para hacer un intenso examen psicológico y médico de Julio. Hemos publicado un informe que ofrece un relato detallado de lo que sucedió, examinando la posibilidad de una explicación normal. Roll ha completado más análisis detallados sobre los aspectos físicos y psicológicos del caso.
Los disturbios en el caso de Miami ciudad que como dijimos anteriormente se encuentra llena de pueblos fantasmas ,resultaron ser hechos típicos de poltergeist con un aspecto que ha complicado los esfuerzos para la investigación adecuada de los sucesos. Sucedían constantemente en lugares de la nave de envíos, hacia los que nadie miraba en el momento preciso en que se producía la caída. Este rasgo del caso se había hecho ya patente en los acontecimientos que tuvieron lugar antes de que los investigadores llegaran a la escena. Muy pronto se había advertido que los objetos tendían a caerse de lugares determinados, en los numerosos estantes que llenaban gran parte de la sala. Cuando el equipo de televisión de una emisora local introdujo su material para fotografiar el poltergeist, enfocaron como es lógico su cámara a uno de esos lugares favoritos. Pero durante un par de horas de espera no sucedió nada. Entretanto, continuaron los hechos durante ese período, en otros lugares de la sala en los que no estaban fijos ni la lente de la cámara ni los ojos humanos.
Los investigadores tenían otras observaciones semejantes, que no era probable observar cómo los objetos empezaban a moverse en los estantes ante sus ojos. Por lo tanto, se adaptaron a la naturaleza escurridiza de los hechos y de este pueblos fantasmas lo mejor que pudieron. Procuraron pasear de un lado a otro con bastante frecuencia, examinando los estantes y viendo si los objetos estaban colocados en ellos de un modo normal. Cuando no se movían, cada investigador ocupaba un punto ventajoso desde el cual podía observar las acciones de los miembros del personal que trabajaba en la zona. Los puntos de observación fueron elegidos de forma que permitiesen la máxima visión de toda la nave. La construcción de los estantes con una estructura muy simple y la colocación de la mercancía en ellos eran tales que permitían una óptima visión. En otras palabras, podían ver los cuerpos y especialmente parte de los brazos y las manos del personal, aunque la mayor parte del tiempo las personas observadas no podían saber si eran sometidas a vigilancia. En diversos momentos, uno de los investigadores sustituía un objeto que se había movido misteriosamente del estante con otro del mismo tipo, como pueden apreciar es impresionante el esfuerzo y la paciencia que se debe tener. Se había hecho patente que, fuera cual fuese la fuerza que desplazaba los objetos, preferían actuar sobre ellos en unos puntos seleccionados, y aprovecharon este hecho para colocar sus propios objetos, tratando de conseguir que estos provocasen posteriores incidentes.
Por lo menos, de este modo, podían afirmar que habían examinado determinados objetos pocos minutos antes de que se movieran. En ningún momento vieron nada semejante a una cuerda, muelle u otro dispositivo parecido que hubiera podido prepararse fraudulentamente para causar el movimiento, y estaban constantemente al acecho de un posible truco pero estaban de hecho en uno de los pueblos fantasmas.
En diversas historias de fantasmas y casos las perturbaciones tuvieron lugar cuando uno de ellos, o los dos, estaban observando a los dos miembros del personal que se hallaban en la habitación. En unas pocas ocasiones se hallaban de pie hablando con Julio, y el otro empleado de la sala de envíos se hallaba en un extremo de la habitación, lejos de los estantes, preparando un pedido. En más de una ocasión un objeto cayó del estante y se rompió detrás de Julio mientras hablaban con él y le observaban. El hecho sucedía en una parte de la sala en la que no había nadie presente y hacia la cual estaban vueltos los observadores... pero sin que realmente lograran ver moverse el objeto.
Como ya se ha dicho, las acciones eran típicas de un burlón poltergeist porque parecían ocultarse deliberadamente de sus vistas. Si bien nadie sería capaz de afirmar que acontecimientos como los de este caso proporcionarían evidencia científica ideal de que los objetos se movían de un modo inexplicable por las leyes conocidas de la física, nadie puede tampoco decir justificadamente que los hechos no merecen mayor reflexión. Los investigadores, tenían confianza en lo que se refiere al cuidado con que ejercían la vigilancia y, por lo tanto, compartían la opinión de que los descubrimientos contribuían apreciablemente a las pruebas de que los fenómenos de poltergeist presentan un auténtico desafío a la ciencia. Después del caso Miami, no se dudar ya de la autenticidad del fenómeno de poltergeis y de los pueblos fantasmas, pero la investigación busca comprensión.
El caso Rosenheim (noviembre a diciembre de 1967)
Este caso sucedió en uno de los pueblos fantasmas, la ciudad bávara de Rosenheim, a finales de 1967, y se centró en las historias de espíritus que ocurrían en un despacho de abogados. Las luces de neón se apagaban repentinamente y se descubrió que los tubos habían girado unos noventa grados en sus casquillos. Los interruptores del circuito automático, en la caja de fusibles, cortaban la corriente repetidamente. Se advirtieron dificultades en los teléfonos de la oficina, produciéndose interrupciones en las llamadas y el equipo automático registraba repetidos cargos de conferencias de larga distancia que realmente no se habían hecho. Se advirtieron también, en el despacho, otros efectos inexplicables que no eran de tipo eléctrico.
Además de apagarse las luces, algunas veces los tubos de neón se caían al suelo o estallaban.
Como medida de seguridad fueron sustituidos por bombillas de tipo antiguo. Se observó el balanceo exagerado de los aparatos de luz colgados de un techo alto, pero los intentos para hacer que oscilaran las lámparas, saltando o golpeando en el suelo, no producían idénticos movimientos.
Los fallos en el equipo telefónico y eléctrico, inevitablemente, hicieron que se llamara a los servicios de reparación de las compañías correspondientes, para que comprobaran las instalaciones. Los representantes de la Compañía Telefónica sospechaban que alguien marcaba deliberadamente los números, pero las personas que se encontraban en el despacho estaban seguras de que las llamadas telefónicas falsas se producían cuando no había nadie cerca de los instrumentos.
La compañía eléctrica como tantas otras de los pueblos fantasmas adoptó una decisión más tajante para realizar una prueba objetiva. Instaló su propio equipo para comprobar la energía que entraba por la línea en el despacho. Fue instalado un registro Siemens Unireg 1, combinado con un amplificador de voltaje que funcionaba continuamente haciendo un gráfico de la energía dentro del circuito eléctrico. El instrumento mostraba lo que parecían fuertes impulsos de energía, que coincidían con las alteraciones de las luces en el despacho. Pese a que se instaló una nueva línea directa, los efectos continuaron. La máquina registró incluso las mismas fuertes fluctuaciones mientras estaba conectada solamente a una batería de voltio y medio. Sin embargo, los gráficos mostraban que no sucedía nada fuera de las horas de trabajo en el despacho. Incrédulos sobre estas historias sellaron completamente el instrumento de prueba, para que nadie pudiera manipular con sus elementos, pero los efectos continuaron. Las alteraciones se producían durante las horas de trabajo, y solamente mientras se hallaban presentes dos mujeres jóvenes que trabajaban allí.
Los disturbios finalmente se centraron en torno a una de las muchachas, Annemarie S., de diecinueve años. La estrecha relación entre las perturbaciones y esta joven se vio claramente al observarse que, cuando caminaba a lo largo del vestíbulo, era acompañada por los efectos en las luces y la oscilación de los aparatos suspendidos del techo.
El profesor Hans Bender, de a Universidad de Friburgo, y algunos miembros de su Instituto interesados especialmente por las investigaciones parapsicológicas, visitaron el escenario de los hechos, los pueblos fantasmas. Reconocieron rápidamente que los acontecimientos encajaban en la pauta de un caso típico de poltergeist; especialmente el hecho de que los efectos tuvieran lugar solamente cuando Annemarie estaba en la oficina, sugería que la dificultad no era un fallo físico de la línea eléctrica, sino que requería una explicación parapsicológica. Se pensó que la joven Annemarie influía directamente, de algún modo, en el instrumento utilizado para comprobar la corriente eléctrica, del mismo modo que parecía afectar al equipo telefónico automático, hacer que las lámparas se balancearan y ocasionar los restantes incidentes. Los investigadores llamaron al Dr. F. Karger, del Instituto de física del plasma Max Planck, para que enjuiciara los hechos.
Karger llevó consigo a un colega, el Dr. G. Zicha, del departamento de física de la Escuela Técnica Superior de Munich. Los dos científicos participaron en la presentación y examen, durante la Convención de la Asociación Parapsicológica , reunida en Friburgo en 1968. Expresaron sin reserva que habían observado fuerzas que podían ser medidas por métodos ahora a disposición de la ciencia, pero que desafiaban toda explicación de acuerdo con la física teórica actual. Hasta ahora, dijeron, los físicos habían supuesto que no se necesitaba ninguna nueva forma básica de energía para explicar lo que sucede en los organismos vivos. Pero los hechos de este caso ponen en tela de juicio esa suposición. Sugirieron, por lo tanto, que la física quizá tenga que reconocer un nuevo tipo de intercambio de energía, debido a los fenómenos que se observan en los casos de poltergeist y pueblos fantasmas. Nuevos estudios, siguiendo estas líneas añadieron, contribuirán a nuestro mejor conocimiento del hombre.